Y su mente voló entre las tinieblas, aquejada por tantos pensamientos inquietantes que no le dejaban un segundo de paz.
Transeúnte de las sombras, con un hambre alternante entre las incógnitas existenciales y la sed de vida... de sentir la vida otra vez como propia.
Mi ser se cubre de sentimientos sombríos
y en mis ojos, el reflejo espera que la Muerte sonría,
que entre en mí el culminar del sopor y el hastío
y desgarre sin piedad esta piel tan fría.
Mi vida es la noche, la Luna mi fiel compañera.
Deambulo errante entre lúgubres callejones,
acechando a mis presas, a merced de la dulce espera,
ofreciendo cortésmente satisfacer morbosas pasiones.
Mi instinto me lleva a esta interminable sed saciar.
Un frágil cuerpo humano con recelo he de elegir
y mi gélido cuerpo con cálida sangre he de llenar.
¿Salvarle o vaciarle? Es complicado su destino decidir.
En sus ojos noto una mirada diferente a la de los demás,
un fiel reflejo del dolor de quienes sufrimos la soledad.
¿Qué necesito? Un pupilo, un lacayo... ¿Qué me conviene más?
Opté por salvar su cuerpo a cambio de su alma condenar.
Sangre nueva, vida nueva. Almas solitarias vagando por el mundo.
Luna llena, pena eterna. La sangrienta melancolía de los condenados iracundos.
Negra poesía, claveles y rosas.
Gotas de vida, lágrimas rojas.
The Greät Piccolo.
Julio de 2014
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