martes, 20 de agosto de 2019

Lo esencial es invisible para los ojos



Hay algunas cosas de la sociedad que nunca entendí. Hay otras que, aunque no las entendía, copiaba la manera de actuar que me habían "enseñado" al principio (infancia, adolescencia, juventud) y, mediante iba creciendo, viviendo, comprendiendo las cosas por mí mismo y adquiriendo experiencia de vida, iba cambiando, mejorando, evolucionando, modificando, rectificando... Corrigiendo mi forma de proceder y manejarme por el mundo y por la vida. Mi forma de relacionarme con los demás.
He tenido actitudes tontas, erróneas, incluso tóxicas en el pasado, y me arrepiento y avergüenzo por algunas, pero he intentado aprender de los errores para no continuar cometiéndolos.

Quizás la mayoría de las posturas culturales más tóxicas, nocivas y destructivas de esta sociedad occidental, influenciada más que nada por la doctrina cristiana, son las que nunca entendí. Esas posturas ilógicas, tontas, sin sentido, que me inculcaron desde que nací, y que con el tiempo decidí por mi propia cuenta y a raíz de mis experiencias personales, ir abandonando. Nunca entendí el sexismo, el machismo, el racismo, el clasismo, la homofobia, la xenofobia... Y si alguna vez en el pasado tuve actitudes de esa naturaleza, debe haber sido por el entorno en el que crecí, que me imponía todo el tiempo esas malas costumbres. No lo justifico, simplemente argumento, y sé perfectamente que no estuvo bien.

Hoy en día, puedo decir que las más básicas trato de no practicarlas, y con el tiempo y gracias a la lógica y el sentido común, ya ni siquiera tengo que pensar en eso. Me sale naturalmente no ser, por ejemplo, racista, u homófobo. Porque es parte de mi verdadera personalidad ser así, no entiendo por qué discriminar o molestar a la gente por "razones" tan arbitrarias.


No comparto la visión de quien discrimina y rechaza a las demás personas por su sexo, por el color de su piel, por el color de sus ojos o cabello, por su procedencia, por su sexualidad, por su apariencia física o por alguna diferencia en su aspecto. Esa forma de prejuicio no analiza la verdadera esencia de cada persona, no evalúa su personalidad, no determina la actitud de alguien, cómo se relaciona con los demás, o si hace cosas buenas o malas, productivas o destructivas, simplemente cataloga y juzga a la gente a partir de rasgos físicos, cualidades de la naturaleza de cada persona, características con las que nacieron y no tienen por qué cambiar.

Yo creo que, en lugar de discriminar entre piel clara y piel oscura, o diferentes complexiones y estaturas, ser heterosexual u homosexual, mujer u hombre; es más sensato, útil y razonable conocer primero a las personas y luego evaluar si es honesta o si es un delincuente, si es pacífica o agresiva, si es tolerante o fanática, si vale la pena relacionarse con esa persona o no, por su forma de pensar, sentir y actuar.

¿Qué es lo más importante en un humano? ¿Su cuerpo o su mente? ¿Su aspecto o sus intenciones? ¿Sus rasgos físicos o sus sentimientos?
Lo que en verdad importa a la hora de juzgar a la gente es su personalidad, su honestidad, su inteligencia, su forma de relacionarse y tratar a los demás, su actitud.
Afortunadamente yo puedo decir que he conocido gente de todo tipo a lo largo de mi vida, mujeres, hombres, heterosexuales, homosexuales, bisexuales, personas trans, personas de género no binario, gente de piel oscura, gente de piel clara, gente con piel de todos los tonos, personas altas, bajas, gordas, flacas, de diferentes edades y de diferentes procedencias, desde argentinos hasta japoneses, pasando por brasileños, venezolanos, mexicanos, estadounidenses, españoles, italianos, rusos, israelíes, australianos y chinos... Y puedo decir con total seguridad que hay ladrones y héroes de todos los colores, blancos y negros, hay gente buena y gente mala de todos los tipos, hombres, mujeres, trans... Tu cuerpo no me dice qué hay detrás de tu mente, de tu verdadero yo.
Gente mentirosa, gente agresiva, gente delincuente, gente indiferente, gente honesta, gente trabajadora, gente solidaria y gente pacífica hay en todos los rincones del mundo, vienen en todos los colores, tamaños e idiomas.

Por eso quiero terminar esta reflexión con una frase que me gusta mucho de Antoine de Saint-Exupéry, de su libro "El Principito", que dice: Solo con el corazón se puede ver bien.
LO ESENCIAL ES INVISIBLE A LOS OJOS.

Mi consejo más sincero es que no te estanques en prejuicios sobre el aspecto de alguien, es mejor conocer a las personas y después juzgar a través de sus sentimientos, sus intenciones, sus sueños, sus creencias, sus gustos, sus valores, su educación y no de su color, estatura, en dónde nació o qué tiene entre las piernas.

The Great Piccolo.

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