domingo, 11 de agosto de 2019

Hablemos de Literatura: El Principito [Crítica - Recomendación]

El libro que me trae hoy de nuevo a esta sección sobre literatura es una verdadera obra maestra, que con su aparente simpleza esconde la respuesta a muchas de las cuestiones más importantes de la vida de las personas. Basado en una experiencia real vivida por su autor, el genial Antoine de Saint-Exupéry, un aviador francés que sufrió un accidente aéreo que le dejó varado en el desierto del Sahara por varios días, sin alimento ni agua, y que le produjo epifaníacas alucinaciones; esta novela corta es un clásico de la literatura del siglo XX, traducida a cientos de idiomas y dialectos, ha trascendido las fronteras del tiempo por su contenido que se mantiene tan vigente en la actualidad, como en la época de antaño en la que fue escrita. Creo que no necesita más presentación. La ficha técnica:

Título original: Le Petit Prince.
El Principito, en su traducción al español.
Año: 1943.
Autor: Antoine de Saint-Exupéry.
Género: Novela filosófica, literatura infantil y juvenil.



Si se le pide a una persona despistada que te explique la historia de este genial libro, quizás te diga que se trata de un aviador que tiene un accidente en un desierto, y que allí conoce a un extraño niño que dice venir de otro planeta y le cuenta al aviador sobre sus viajes a través del cosmos y de su llegada a la Tierra.
Sin embargo, para quien lea entre líneas y sepa ver más allá de lo que aparenta ser en la superficialidad un cuento simple, se trata en realidad de la historia de un hombre que jamás pudo comprender a la sociedad, ni a las personas adultas y su forma de ver la vida, que en un momento de fuerte introspección, vuelve a reencontrarse con su niño interior, quien con ingeniosas metáforas le hace notar que su forma de ver las cosas es más bella que la estricta seriedad con la que los adultos se auto obligan a ver el mundo.

Quizás la crítica, los libreros o las empresas editoriales catalogan a esta hermosa novela como un libro "infantil" o "juvenil". Sin embargo, yo lo considero sin dudas como un manual de la vida para todas las personas, independientemente de su edad, tanto para infantes, adolescentes, adultos y ancianos (y quizás estos últimos sean quienes más lo disfruten y lo comprendan).

Y que no te engañen las ilustraciones que contiene en varias de sus páginas, acompañando la narración escrita. Estos garabatos no son simples dibujos decorativos sin sentido, si no que se trata de un complemento que se agrega inteligentemente al mensaje general de volver a ver el mundo y la vida con los ojos de un niño.
Gran ejemplo de ello es este conocido dibujo, que acompaña la anécdota con la que comienza la narración en primera persona del aviador, quien muy a su pesar comparte una experiencia lamentable ocurrida en sus primeros años de la niñez.


Mientras los adultos veían un sombrero, el pequeño niño de seis años deseaba que viesen a la boa que se había devorado un elefante entero.
Esta desafortunada experiencia frustró el sueño del niño de ser algún día un gran artista.

Como mencioné antes, para mí este precioso libro es más un manual para la vida, que una simple fábula infantil. Más allá de sus relatos, que parecen absurdos y disparatados, hay que tener la suficiente astucia como para comprender los obvios mensajes que residen debajo de la corteza de colores y estrellas brillantes. No en vano la cita más famosa y célebre de este libro viene del secreto que el Zorro (mi personaje favorito y con el que me siento más identificado, además de ser quien tiene las citas más llenas de sabiduría y verdad) le reveló al pequeño Príncipe: "Sólo con el corazón se puede ver bien; lo esencial es invisible para los ojos"

Es así como, siguiendo su propio consejo y haciéndole justicia al secreto del Zorro, el autor disfrazó una novela llena de cuestionamientos filosóficos profundos acerca de la naturaleza del comportamiento humano, con la apariencia de una simple y muy corta fábula infantil llena de viajes interestelares, magia y animales (y plantas) que hablan.

Por mi parte, fui consciente de que, a medida de que el lector va creciendo y adquiriendo experiencia en la vida, el libro adquiere más significado y más valor en sus enseñanzas y metáforas. O dependiendo de la edad que tenga el lector cuando se dedica a leer este libro tan breve. Yo mismo ya lo voy leyendo cuatro veces. La primera fue cuando era un escolar en edad de primaria, y me gustó, pero quizás no lo entendí del todo bien, debido a mi falta de experiencia de vida. La segunda fue en la adolescencia, en edad de educación secundaria. Quizás yo era muy tonto, o es algo que le pasa a toda la gente, pero si bien entendí mucho más lo que se "oculta" entre líneas, me gustó bastante más, pero aún no le hallaba la increíble belleza que hace a esta obra única. La tercera vez fue a los veintipoco, y no sé si ahí al fin me comenzó a funcionar el cerebro o ya había tenido suficientes vivencias como para que me cayera la ficha, pero pude apreciar muchísimo más el valor de este tesoro literario. La cuarta y última (por el momento, no descarto volver a leerlo en el futuro, cuando necesite de su increíble sabiduría en tiempos de turbulencia emocional y ceguera intelectual) fue hace algunas horas, un rato antes de sentarme a escribir esta reseña, a pocos meses de cumplir mis treinta años caminando sobre la Tierra, y conviviendo con los demás miembros de mi horrible especie.
Es raro que yo lea dos veces el mismo libro, muchísimo más raro es que lea más de dos veces el mismo libro, sin embargo este lo leí cuatro y seguramente lo volveré a leer un par de veces más en décadas venideras, si sigo estando vivo.


¿Por qué tanta fascinación? ¿Por qué tanta admiración por esta obra? Simple, porque yo siempre me he sentido de la misma forma que el Aviador. No sé si este mismo sentimiento lo tienen otras personas mientras leen el libro, pero en mi experiencia personal, yo siempre fui una persona a la que le costó muchísimo comprender el comportamiento, muchas veces ilógico, de la gente... Muy en especial, por supuesto, el comportamiento de los adultos.

Y en este libro, de forma tan ingeniosa como simplificada, se ve reflejado en los diferentes personajes que van conociendo al Principito, y en el Principito mismo, todos esos comportamientos humanos. Por ejemplo, el pequeño Principe, además de representar a la infancia, la inocencia, la curiosidad y la pureza, representa también ese insaciable hambre de conocimiento que tienen los niños, esa mente curiosa repleta de dudas, ese eterno repertorio de preguntas y ese desinterés por dar respuestas.
Los baobabs representan los problemas en general, que en un principio pueden parecer pequeños e inofensivos, pero que si no se los ataca de raíz y se los resuelve a tiempo, crecen y se vuelven incontrolables e irresolubles.
La Rosa representa sin dudas el amor, cómo este puede parecer o ser un problema, un dolor de cabeza, pero aún así le necesitamos y de alguna forma inexplicable sentimos que nos hace bien. Cómo alguien que podría ser realmente cualquiera, ante nuestros ojos es alguien especial y único, y cómo los humanos tenemos ese espantoso defecto de no valorar lo que tenemos hasta que lo perdemos o lo tenemos lejos y comenzamos a extrañarlo.
El Zorro, indudablemente representa la amistad, los lazos entre las personas, entre los amigos, entre los seres queridos, un personaje que es consciente de ser esclavo de un sentimiento de pertenencia para con otros, que le hará sufrir y ser feliz en partes desfavorablemente desiguales, pero que aún así lo quiere para disfrutar cada buen momento... Y al mismo tiempo es un personaje que representa a un maestro, a un sabio, a ese amigo que te da consejos y te ayuda con tus conflictos.
Y, aunque no parezca relevante, no hay que olvidarse del Cordero, quien representa aquellas soluciones tan ansiadas, pero que en cualquier momento, si uno se descuida, podría convertirse en un problema más y volverse en tu contra.
La Serpiente representa el miedo más antiguo y natural que todos los seres vivos sentimos por instinto, pero que debemos aprender a naturalizar, comprender y aceptar, o resignarnos... El miedo a la muerte.
Y luego están los diferentes personajes habitantes de los asteroides que orbitan el Sistema Solar junto con el asteroide donde vive el Principito, el B612


Estos disparatados personajes representan de forma no demasiado exagerada los vicios y hábitos obsesivos de los incomprensibles adultos. El afán desesperado por poder y autoridad, la vanidad y la necesidad constante de la atención de los demás, la pereza extrema y los vicios nocivos para la salud, la avaricia y ambición por tener más y más de cosas inútiles, la obsesión por el trabajo y las responsabilidades al punto de perder los momentos de felicidad a cambio del reconocimiento, y por último el apego que tienen los adultos por complicar las cosas que deberían ser simples con burocracia, además de esa necesidad siempre de advertir a los demás sobre los peligros serios del mundo real cuando se ve a las otras personas en momentos de ingenua felicidad. Por supuesto, todos estos personajes interplanetarios están envueltos en el manto del individualismo y el egoísmo, la falta de empatía, el culto al YO.

En algunas de las otras anécdotas que narra el Aviador podemos encontrar más ejemplos de que a la gente adulta le interesa mucho más la apariencia, y que a partir de ese prejuicio deciden, por ejemplo, si tener en cuenta la opinión de alguien o no, como el caso del astrónomo turco y sus atuendos tradicionales.


Me gustaría hablar largo y tendido sobre esta preciosa obra, hacer extensos análisis sobre cada personaje, sobre cada enseñanza, sobre cada metáfora, pero lo hermoso de este libro es leerlo uno mismo y descubrir por tu propia cuenta cada una de esas joyas que yacen en el fondo de sus líneas, de sus diálogos y de sus anécdotas.

Realmente es una novela muy recomendable para todo el mundo, tanto para infantes como para jóvenes y adultos. A los niños los introduce dentro del complejo e inentendible mundo de la "gente grande", a los adolescentes les advierte de lo que se les viene después de su complicada y dolorosa transición hacia la adultez, y a los adultos les recuerda cómo se ve la vida a través de los ojos de niños y niñas, y les conecta nuevamente con su niño interior. Toda una experiencia para vivir en diferentes etapas de la vida.

Por último, y como es costumbre en esta sección, dejaré un fragmento del libro. No puedo evitar citar una de las escenas del sabio Zorro dialogando con el Principito, y dándole algunos de sus tan acertados consejos, dentro de los cuales se encuentra el más importante y revelador de toda la obra:

El Zorro se calló y miró un buen rato al Principito:
—Por favor... domestícame —le dijo.
—Bien quisiera —le respondió el Principito pero no tengo mucho tiempo. He de buscar amigos y conocer muchas cosas.
—Sólo se conocen bien las cosas que se domestican —dijo el Zorro—. Los humanos ya no tienen tiempo de conocer nada. Lo compran todo hecho en las tiendas. Y como no hay tiendas donde vendan amigos, los humanos no tienen ya amigos. ¡Si quieres un amigo, domestícame!
—¿Qué debo hacer? —preguntó el Principito.
—Debes tener mucha paciencia —respondió el Zorro—. Te sentarás al principio un poco lejos de mí, así, en el suelo; yo te miraré con el rabillo del ojo y tú no me dirás nada. El lenguaje es fuente de malos entendidos. Pero cada día podrás sentarte un poco más cerca...
El Principito volvió al día siguiente.
—Hubiera sido mejor —dijo el Zorro— que vinieras a la misma hora. Si vienes, por ejemplo, a las cuatro de la tarde; desde las tres yo empezaría a ser dichoso. Cuanto más avance la hora, más feliz me sentiré. A las cuatro me sentiré agitado e inquieto, descubriré así lo que vale la felicidad. Pero si tú vienes a cualquier hora, nunca sabré cuándo preparar mi corazón... 
(...)
De esta manera el Principito domesticó al Zorro. Y cuando se fue acercando el día de la partida:
—¡Ah! —dijo el Zorro—, lloraré.
—Tuya es la culpa —le dijo el Principito—, yo no quería hacerte daño, pero tú has querido que te domestique...
—Ciertamente —dijo el Zorro.
—¡Y vas a llorar!, —dijo él Principito.
—¡Seguro!
—No ganas nada.
(...)
—Adiós —dijo el Zorro—. He aquí mi secreto, que no puede ser más simple: sólo con el corazón se puede ver bien; lo esencial es invisible para los ojos.
—Lo esencial es invisible para los ojos —repitió el Principito para acordarse.
—Lo que hace más importante a tu rosa, es el tiempo que tú has perdido con ella.
—Es el tiempo que yo he perdido con ella... —repitió el Principito para recordarlo.
—Los hombres han olvidado esta verdad —dijo el Zorro—, pero tú no debes olvidarla. Eres responsable para siempre de lo que has domesticado. Tú eres responsable de tu rosa...
—Yo soy responsable de mi rosa... —repitió el Principito a fin de recordarlo.

Me gustaría saber si ya has leído El Principito y qué te pareció. Si, al igual que a mí, te gustó y si también te parece que es una obra tan importante y llena de valiosas enseñanzas de vida para gente de todas las edades y realidades. Espero poder leer tus comentarios. Por el momento me despido hasta una próxima crítica, reseña, recomendación.
¡Hasta luego!

The Great Piccolo

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